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Cornudologia29 de julio de 2025humillacioncastidad625 vistas

Cornudo desde la primera cita

Melisa era mi amor platónico de toda la vida desde el instituto, pero nunca me habló y siempre estaba con el grupo de atletas, mucho más corpulentos que yo.

Hasta un sábado de hace unos meses. Cuando estaba recién salido de una relación y bebiendo con mi amigo, le pregunté si todavía hablaba con Melisa y me dijo que sí.

Me contó que cada vez que bebía le decía que fuera a visitarla para darle verga. Justamente esa noche ella le estaba esribiendo, así que le dije:

—Oye, ¿puedes presentármela? Siempre he querido conocerla.—

Él dijo que lo intentaría. Así que pasaron algunas horas y ella estaba bebiendo con sus amigos y enviándole mensajes para que fuera a su casa, pero él le dijo que solo iría si yo podía ir también.

Ella se negó al principio, pero finalmente dijo:

—Joder vale, que venga él también—, así que fuimos a su casa.

Nos llevó a su habitación y nos sentamos en la cama y empezamos a reír porque era un poco incómodo hasta que mi amigo hizo el primer movimiento y la besó.

Desde allí, yo empecé a hacerle sexo oral y después mi amigo empezó a penetrarla suavemente mientras ella me chupaba el pene.

Después de un rato, me dijo que me turnara con mi amigo, y me puse detrás de ella y entré fácilmente porque estaba empapada.

Pero después de unos tres empujones, empecé a perder mi erección hasta quedarme con unos 5 centrímetros de pene y le dije que lo había pasado muy bien pero no quería arruinar la noche, así que me levanté y salí de la habitación. Me senté en el suelo con la espalda apoyada en la puerta para seguir escuchando.

Podía escuchar el ruido de la cama y sus gemidos durante unos 15 minutos más y luego hubo un ruido de impactos fuertes y él abrió la puerta y me dijo que volviera a entrar porque Melisa quería verme.

Ella estaba preciosa, limpiándose el semen de su cuerpo y me hizo sentarme en la cama con ella. Mi amigo se quedó dormido, y nosotros nos quedamos despiertos toda la noche charlando. Me contó cosas de su vida que nunca había compartido con nadie, y yo hice lo mismo. Nos reímos, compartimos sueños y secretos, y al final de la noche, sentí una conexión con ella que nunca antes había experimentado

A la mañana siguiente, mi amigo se despertó y se fue a su casa. Melisa y yo nos quedamos solos, y ella me miró con una sonrisa traviesa.

—Anoche fue... interesante —dijo Melisa, mientras se acercaba a mí.

—Sí, lo fue —respondí, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.

—Pero tengo que decirte algo —continuó Melisa, su tono se volvió más serio—. Me gustas, de verdad. Pero anoche... bueno, no fue lo que esperaba.

Me sentí un poco avergonzado, pero asentí.

—Lo sé, lo siento. No sé qué pasó.

—No te preocupes —dijo Melisa, acariciando mi mejilla—. Pero quiero proponer algo. ¿Has oído hablar de las jaulas de castidad?

Tragué saliva, sintiendo una mezcla de curiosidad y aprehensión.

—Sí, he oído hablar de ellas —respondí.

—Quiero que lleves una —dijo Melisa, con una sonrisa en los labios—. Quiero que seas mío, completamente mío. Y quiero que aprendas a complacerme de otras maneras.

Asentí, sintiendo una extraña excitación ante la idea. Melisa me besó suavemente y me dijo que confiara en ella.

—Voy a comprar una jaula de castidad para ti —dijo Melisa—. Y quiero que la lleves puesta todo el tiempo. Solo yo tendré la llave.

Asentí de nuevo, sintiendo una mezcla de sumisión y deseo. Melisa me abrazó y me susurró al oído:

—Vas a ser mi cornudo, y vas a aprender a amarlo.

Los días siguientes fueron una montaña rusa de emociones. Melisa compró la jaula de castidad y me la puso, asegurándose de que estuviera bien ajustada. Al principio, fue un poco incómodo, pero pronto me acostumbré a la sensación. Melisa se aseguraba de que yo la complaciera de todas las maneras posibles, y yo lo hacía con gusto.

[IMG:https://iili.io/FSBIHYB.jpg|Imagen de historia|500|center]

Una noche, Melisa me llevó a una fiesta con sus amigos. Todos sabían de nuestra dinámica, y algunos incluso me miraban con curiosidad. Melisa me presentó a un hombre llamado Javier, un atleta corpulento y seguro de sí mismo.

—Javier, este es mi cornudo —dijo Melisa, con una sonrisa—. Él va a complacernos esta noche.

Javier me miró con una sonrisa de complicidad, y yo sentí una mezcla de nerviosismo y excitación. Melisa me llevó a una habitación privada y me hizo arrodillarme mientras ella y Javier se besaban apasionadamente.

—Quiero que veas cómo un hombre de verdad me hace sentir —dijo Melisa, mientras Javier la desvestía lentamente.

Yo obedecí, sintiendo una extraña excitación al ver cómo Javier la tocaba y la besaba. Melisa gemía de placer, y yo sentía una mezcla de celos y deseo. Javier la penetró suavemente, y Melisa gritó de placer.

—Mírame —dijo Melisa, mientras Javier la penetraba con fuerza—. Esto es lo que quiero, esto es lo que necesito.

Yo asentí, sintiendo una extraña satisfacción al verla tan feliz. Después de un rato, Melisa me hizo levantarme y me besó apasionadamente.

—Eres mío —susurró Melisa—. Y voy a asegurarme de que siempre lo seas.

Desde entonces, mi vida ha cambiado por completo. Melisa me ha enseñado a encontrar placer en la sumisión y en complacerla de todas las maneras posibles. Llevar la jaula de castidad se ha convertido en una parte natural de mi vida, y he aprendido a amar mi nuevo rol como su cornudo.

Melisa y yo seguimos juntos, y cada día es una nueva aventura. Ella me ha enseñado a encontrar felicidad en la sumisión y en complacerla, y yo he aprendido a amar mi nuevo rol. Juntos, hemos encontrado una forma única y excitante de amar y ser amados.

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