Su amigo friki

Tengo 18, estoy en mi primer año de universidad, y llevo un tiempo con mi novio de 20 años.

Hemos estado probando cosas nuevas en la cama, y cuando me regaló mi primer consolador, un dildo de 23 cm, no esperaba que me cambiara tanto la vida.

Me encantó cómo me estiraba, cómo mi cuerpo luchaba por aceptarlo todo, y pronto me encontré deseando algo más grande cada vez.

Mi novio lo sabía. Podía ver lo salvaje que me ponía con el juguete, lo fuerte que gemía cuando lo tenía dentro en comparación con cuando era él el que me penetraba...

Una noche, después de terminar, me confesó algo que me dejó empapada. Me dijo que su amigo, ese chico friki con el que siempre juega, tenía un pollón. Tímido, callado, con gafas, pero con algo enorme entre las piernas.

Me reí y lo bromeé, preguntándole si tenía envidia, pero no podía dejar de pensarlo. Me imaginé la escena y la idea de probar algo enorme, con mi novio mirando, me excitó tanto que no pude dormir.

Casualmente lo invitamos a casa unos días después. Se suponía que sería algo informal: videojuegos, bebidas y risas.

Me puse unos shorts cortos y una camiseta recortada a propósito, y noté cómo su amigo no podía evitar mirarme de reojo.

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Mi novio también lo notó, pero no dijo nada. Después de un par de copas, me volví más atrevida: me senté más cerca de su amigo, rozando mi muslo contra el suyo, inclinándome para susurrarle, dejando que mi camiseta se levantara para que viera mi vientre. Mi novio no apartaba los ojos de mí en ningún momento.

En un momento dado, me senté a horcajadas sobre su amigo como si fuera una broma. Él se quedó paralizado, rígido y torpe, hasta que lo besé. Eso lo dejó loco.

Pero entonces él me besó con fuerza, sus manos agarrando mi cintura, y sentí el contorno grueso de su polla presionando contra mí.

Mi novio estaba ahí, masturbándose ya, observando cómo me frotaba contra su amigo. Cuando le bajé los pantalones del chándal, casi gemí solo de verla. Era enorme, larga y gruesa, muy pesada en mi mano.

Miré a mi novio como diciendo: "¿Estás seguro?", y la forma en que solo asintió mientras se masturbaba me puso más mojada que nunca.

Lo coloqué frente a mí y lentamente me dejé caer. Mi coño estirándose alrededor de la polla más grande que había visto.

Me metió la punta de su polla y ya solo eso me hizo jadear, me hizo quejarme, y tuve que agarrarme a sus hombros para soportar cómo se hundía en mí.

Mi novio estaba a solo unos metros, con los ojos clavados en cómo lo aceptaba, su mano moviéndose sobre su pequeña polla mientras me veía perder el control.

Cuanto más lo montaba, más suelta y cachonda me ponía. Estaba chorreando sobre él, empapando su polla y sus muslos, dejando manchas  en los cojines.

Me estiraba tan bien que no podía contenerme; grité en su cuello cuando me corrí fuerte, mi coño apretándolo, ordeñando su polla hasta el último centímetro. Él no se detuvo. Siguió embistiéndome desde abajo, follándome aún más profundo mientras aún temblaba.

Cuando finalmente gruñó y se corrió dentro de mí, sentí cómo me llenaba, caliente y espeso, de una manera que solo había soñado.

Me derrumbé contra su pecho, jadeando, aún temblando con su polla dentro, su semen escapando alrededor de su miembro. La respiración de mi novio también era pesada, su mano moviéndose rápido sobre su polla mientras se corría solo de verme ahí destrozada.

Lo miré con una sonrisa de satisfacción y le susurré: "Esto es lo que necesitaba". Y él no contestó. Solo siguió mirando mi coño, relleno y goteando con la leche de su amigo, sabiendo que no podría darme eso nunca.