El pasado sábado
No podía creer lo intensa que se estaba poniendo la noche.
Mi esposa, Juliana, de 27 años, iba vestida de infarto con una minifalda blanca diminuta que se le subía por su gran culo redondo, y una blusa azul fina que apenas contenía sus tetas, constantemente provocando con su escote.
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Unas horas antes, me pilló dándole like a fotos de chicas en bikini en Instagram, lo que provocó todo un día de humillación en el que me llamó puto pervertido, niñato débil y me dijo que parecía un maricón con mi pintalabios puesto, y me ordenó que me alejara de ella en el club al que íbamos a asistir esa noche.
En el club, mientras ella y nuestros amigos salían a fumar, yo me quedé pidiendo las bebidas. Me sentí aún más perdedor cuando intenté acercarme para bailar con ella, pero ella me hacía señas para que me alejara.
La pista de baile estaba llena de gente de todo tipo, y vi cómo empezó a bailar provocativamente con un guapo desconocido, a la vez que hacía contacto visual conmigo.
Mis amigos estaban atónitos por lo que veían.
Unos minutos después, mi esposa y ese tío habían desaparecido. Los busqué por el club y finalmente los encontré al final de la barra, besándose apasionadamente.
El desconocido tenía las manos por todo el cuerpo de Juliana, agarrándole el culo y frotándole el coño a través de la falda.
Juliana lo estaba disfrutando, gimiendo y jadeando mientras el desconocido la masturbaba allí mismo, delante de todos.
Mi amiga apareció de la nada y me dijo que fuera un hombre y hiciera algo al respecto.
Lo que ella no sabía era que no solo estaba avergonzado y asustado, sino también excitado mientras estaba allí, sintiéndome impotente viendo a mi esposa engañarme con un desconocido delante de todos nuestros amigos.
Unos minutos después, Juliana me pilló mirándolos a unos metros. Rompió el beso y dijo:
—Mírate, eres un perdedor patético. No puedo creer que alguna vez me casé con una mierda como tú.—
El desconocido se rió, claramente disfrutando del espectáculo:—Vamos, nena—,le dijo a Juliana, atrayéndola hacia él y susurrándole al oído. —Vamos a un lugar más privado.—
Juliana asintió, con los ojos brillando de emoción.—Espera… Primero,—dijo, volviéndose hacia mí,—vas a vigilar la puerta del baño mientras este tío me folla hasta dejarme sin sentido.—
No podía creer lo que estaba oyendo. Pero antes de que pudiera protestar, Juliana y el desconocido habían desaparecido en el baño, dejándome allí como un tonto. Podía oír los sonidos de sus gemidos y jadeos y el choque de la carne contra la carne mientras follaban como animales.
Después de unos minutos, Juliana salió del baño, sonrojada y satisfecha.—Ha sido increíble—,dijo sonriéndome.—Deberías haber visto tu cara cuando te dije que me iba a follar a otro y no hiciste nada. Eres patético.—
No supe qué decir.
—No me juzguéis—, les dijo a nuestros amigos.—Estoy casada con un hombre débil y patético que no tiene sangre en las venas y se comporta como una nenaza. He tenido que poner a este patético perdedor en su lugar y estar con un hombre de verdad por una vez en mucho tiempo.—
—Vamos, maricona—, me dijo.—Todavía no he terminado de darte una lección. Nos vamos a casa, y esta vez vas a ver cómo me folla.—
Mis amigos me miraron con pena, intentando controlar su risa mientras Juliana tomaba al desconocido de la mano y lo sacaba del club. Yo los seguí.
En el coche, se sentaron detrás y no pararon de besarse en todo el viaje.
Cuando llegamos a casa, él se folló a Juliana por todo nuestro apartamento.
Juliana me humillaba con cada embestida. Le susurraba cosas sucias al oído, diciéndole lo débil y patético que soy y cómo no puedo satisfacerla como él puede.
—¿Ves, cariño?—me dijo, mientras lo montaba en la encimera de nuestra cocina.—Así es como se siente un hombre de verdad. Esto es lo que me he estado perdiendo todos estos años.—
Me tuve que masturbar allí mismo mirándolos. Me excitó tanto, que me corrí en dos minutos.
—Mírate, gimiendo como una nenaza—, me dijo, mirándome.—No puedes ni satisfacerme. Eres inútil. No eres más que un hombre débil y patético.—
Cuando terminaron, me miró con asco.
—Eres afortunado de que me casé con alguien tan débil como tú—dijo.—Eres patético y no tienes huevos. Ni siquiera sé por qué me molesto contigo.—continuó:—Nunca serás un hombre de verdad. Siempre serás una decepción, y siempre encontraré a alguien mejor que tú.—
Follaron hasta el amanecer y se fue después de hacerla correrse más de 6 veces. Mientras se iba, Juliana me pidió que cambiara las sábanas y le hiciera la cama mientras ella se duchaba.
Me pilló con la cara enterrada en las sábanas llenas de sus fluidos, y se rió de mí, dejándome a mí y a las sábanas sucias fuera de la habitación para irse a dormir y descansar a solas.
No podía creer lo que acababa de pasar esa noche.
Mi esposa me había humillado delante de nuestros amigos, se había follado a un desconocido en nuestra propia casa y me había hecho verlo todo.
Me sentí pequeño e insignificante, como una alfombrilla. No pude evitar masturbarme una vez más, por tercera vez esa noche.