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Cornudologia15 de septiembre de 2025cornudoshumillacion693 vistas

Cómo descubrí que quería ser cornudo

Mi primera mujer nunca me quiso como se quiere a un novio en una relación. Era mi novia del instituto, una tía buenísima, con un cuerpo de escándalo y me encantaba follármela con mi polla de 15 cm que tenía por entonces. Luego me dejó, y yo ahí, rogándole y esperando a que volviera, fiel como un perro mientras ella se lo montaba con otros.

Pasaban tres meses y volvíamos juntos, y yo, como un idiota, feliz. Ella juraba y perjuraba que no me había puesto los cuernos, pero… yo tenía mis dudas.

Después de nuestro primer hijo, me dejó otra vez. Esta vez se fue y se tiró a un negro con una polla enorme y luego a otro con una tranca de caballo. Y yo, como un gilipollas, la volví a aceptar cuando me pidió volver. Le comía el coño a todas horas, pero no podía quitarme de la cabeza lo grandes que serían esas pollas comparadas con la mía y lo que la habrían estirado.

Un año después, se fue de nuevo, y me enteré de que se había acostado con uno de mis colegas. Me cabreé como nunca, pero repetí el mismo circo: suplicarle que volviera, que éramos una familia.

Un día apareció por casa, fría y distante, pero al menos consideraba volver. Llevaba unos cuatro meses sin echar un polvo, y la idea de que estuviera por ahí follando con otros me volvía loco, aunque no le dije nada. Solo estaba contento de tenerla otra vez en mi cama.

Cuando estábamos juntos, su deseo sexual era nulo. Si me la tiraba una vez cada dos o tres semanas era porque se lo suplicaba. Nunca iniciaba nada, nunca me daba cariño, y eso me hacía sentir como una puta mierda. Siempre intentaba complacerla, pero me sentía inferior por mi polla y me carcomía la autoestima por dentro.

Pero bueno, ahí estaba, mi mujer guapísima, de vuelta en nuestra cama después de meses "siendo libre". Por fin pude desnudarla. Llevaba unas bragas blancas de encaje trenzado, supersexys, que en ese momento pensé que las llevaba por mí.

Empecé a besarle los muslos, subiendo hasta sus labios gruesos, chupándoselos como me encantaba. Pero entonces noté un olor… a coño sudado, un olor muy fuerte. No pude aguantarme. El aroma me enloquecía, y además llevaba meses sin verla.

Le quité las bragas y me metí los labios de su coño en la boca. Ella estaba quieta, como en shock. Solo me miraba mientras yo hacía lo que más me gustaba.

Noté que sabía salado, pero pensé que sería sudor. Le separé las piernas todo lo que pude, se las subí hacia el pecho y metí la lengua hasta el fondo, lamiéndola como un animal. Le chupé el clítoris, disfrutando de ese sabor dulce y salado.

De repente, me agarró la cara y me ahogó con sus jugos, montándome la cara hasta correrse. Noté cómo su coño, normalmente apretado, estaba ahora abierto, suelto. Y entonces lo supe: acababa de follar con otro antes de volver a "reconciliarse" conmigo.

Fue con mi colega, el que tenía una polla larga y gruesa como un brazo de bebé. En el momento en que me di cuenta, sentí cómo su coño se contraía una última vez y cómo el semen de él le resbalaba y caía directamente a mi garganta. Había tanto que no me quedó más remedio que tragármelo todo.

Después de tragar, seguí limpiando cada gota de su infidelidad. Nunca le dije nada de ese día, ni sé si ella era consciente de cuánto me había llevado con mi boca. Solo la giré, la puse boca arriba y me la follé, corriéndome en ese coño usado y reblandecido.

Estaba tan excitado por lo resbaladizo y usado que estaba, que no tardé en correrme dentro de ella. Notaba lo vacío que estaba por dentro, lo patética que se sentía mi polla ahí dentro en comparación con la polla que había estado ahí mismo horas antes.

Tiempo después, me confesó que sí, que se lo había follado antes de volver conmigo ese día. Que su polla era el doble de gruesa que la mía y de unos 23 cm, y que después de eso apenas había sentido la mía. Me confirmó que me había ahogado en su creampie, y admitió que le ponía mucho pensar en cómo le comía el coño sabiendo que otro acababa de correrse dentro de ella.

Más adelante, hicimos algún intercambio. Dejé que otro colega se la follara y yo me tragué sus corridas más de una vez mientras ellos miraban como lo hacía. Luego tuvo un lío con ese tío durante un mes, volvió conmigo una semana, y al final lo dejamos.

Ahora estoy casado con una mujer maravillosa que me quiere de verdad. Sabe que me gusta el SPH (Small Penis Humiliation) y a veces me suelta algún comentario sobre mi polla para excitarme. Dice que le gusta mi pene, pero he visto cómo se corre con sus dildos y extensiones, y sé que su exmarido tenía una polla enorme.

Sin embargo, el cornudo que llevo dentro echa de menos el dolor y la angustia que me causaba mi primera mujer. El daño emocional que me hizo, el sufrimiento… todo eso hacía que su coño fuera un tesoro cada vez que me lo daba.

Aún me pajeo con los recuerdos y las fotos de ella, deseando volver a ser su cornudo patético, su esclavo comesemen. No sé por qué, pero el sufrimiento que me infligió hizo que cada vez que me diera su coño fuera especial. Como si fuera un premio.

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