Besos húmedos
Hubo varias ocasiones en las que mi novia del instituto, Mónica, me engañó y humilló.
Nunca le dije nada y no sabía por qué me excitaba tanto que me humillara. En aquel entonces nunca había oído hablar de los cornudos, pero sabiendo las cosas que hacía, seguí haciéndome el tonto y dejé que ella me engañara.
Caía en cada juego cruel que ella planeaba. Así que esta fue mi primera situación en que me humilló engañándome.
Mónica solía quedar con gente de otro instituto cercano, viejos compañeros del colegio. Llevaba una doble vida, repleta de secretos, ya que en realidad nadie la conocía de verdad en su día a día del instituto.
Además, esto ocurrió hace años, cuando las redes sociales no tenían la presencia actual, solo existían MySpace y Fotolog, y era más sencillo mantener secretos.
Era sábado por la tarde y mis padres no estaban en la ciudad. Había quedado con Mónica para que viniera a casa y habíamos planeado pasar una noche romántica los dos solos.
Nunca habíamos ido más allá de besarnos, pero nos encantaba darnos besos con lengua durante horas...
Un chico la dejó en mi casa y vi cómo el coche se paraba frente a mi puerta. Me asomé por la ventana, emocionado por ver a mi chica. Solo pude ver al chico en el asiento del conductor y no conseguía verla a ella, lo que me dejó bastante confundido, hasta que ella volvió a sentarse en su asiento. Supuse que algo se le debía haber caído.
Ella salió de su coche y entró muy rápido a mi casa. Noté que tenía las mejillas hinchadas, echó la cabeza hacia atrás y hacía gárgaras mientras decía:
—¡Amor! Acabo de enterarme de algo realmente excitante… trágate mi saliva, ¿vale?
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Antes de que pudiera decir nada, acercó su cara contra la mía y usó su lengua para meterme toda su saliva en mi boca. Estaba tibia, espesa, salada y había mucha cantidad. Una vez que vació todo lo que llevaba en su boca en la mía, rompió el beso y puso su mano sobre mi boca.
—Por favor cariño... Me pone tan cachonda saber que está en tu boca... solo trágatelo.
Tragué y tosí mientras me ahogaba con su “saliva”.
—Es tan salada y pegajosa que se me queda atrapada en la garganta—le dije.
Ella se echó a reír y dijo:
—Bueno, antes estaba comiendo muchas patatas fritas, así que no me sorprende que esté salada. Pero quiero ver si puedo saborearlo en tu boca.
Comenzó a meter su lengua alrededor de mi boca y la escuché gemir suavemente—¡Dios mío! Puedo saborearlo en tu boca.
En ese momento mis horrores se confirmaron: ¡se la estaba chupando a un tipo en la puerta de mi casa! Luego entró y me pasó con su boca una enorme cantidad de semen y me hizo tragarlo. Me quedé sin palabras.
Rompí el beso y pensé: ahora verás.
—¿Qué has dicho?
Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta de su error y rápidamente lo corrigió:
—Puedo saborearlo en tu boca, como lo salada que dijiste que era mi saliva.... Me pone tan cachonda pensar que esa gran bola de saliva va bajando por tu garganta y flota en tu vientre... ¡Era mucha saliva! Me encantaría volvértelo a hacer… Espero poder hacerte tragar aún más la próxima vez... Bésame otra vez cariño… Quiero probar su… eso en tu boca.
Me sentí humillado, enfadado y al mismo tiempo cachondo. Así que seguí besando a mi novia.
Intenté ignorar el hecho de que ahora que era consciente de lo que era su “saliva”. Todo lo que podía oler o saborear en su cara era polla y semen... Y ni siquiera era mío, ella ni siquiera tocó mi pene ese día.
Unas semanas más tarde, cuando regresábamos de pasar un fin de semana en mi apartamento en la playa, coincidimos con una amigo de Mónica en el tren.
Estábamos sentados los tres en la misma fila. Mónica estaba sentada en medio de los dos, yo en el pasillo y su amigo en el asiento que daba a la ventana.
Hablaron durante todo el trayecto y me ignoraron por completo. Ella incluso estaba girada orientando su cuerpo hacia él y dándome la espalda. Viendo que era como si no estuviera, renuncié a cualquier oportunidad de interactuar con ellos, así que abrí un libro.
Una media más tarde, ella me dijo que cuidara de sus cosas mientras iban al baño.
Estuvieron fuera durante unos 20 minutos y cuando regresaron, ella lucía una sonrisa traviesa. Me tomó por la cabeza, me presionó contra sus labios y escupió una enorme masa tibia de sustancia viscosa salada en mi boca.
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Me dijo que era el mejor novio que podía imaginar.
Cuando el tren llegó a nuestro destino, ella me pidió que hiciera como si no nos conociéramos para evitar tener que presentarme a su familia, que había venido a recogerla. Me suplicó que me quedara en el aseo hasta que ella se marchara.
De mala gana, hice lo que me pidió. Me llamó unas horas más tarde para romper conmigo.