La esteticista
He ido a esta esteticista durante 3 años para mi depilación láser, depilación con cera, etc.
Su nombre es Claudia. Normalmente no atendía a hombres (especialmente para depilación brasileña), pero aceptó hacerme el tratamiento porque me recomendó una amiga en común.
Al principio pensé que sería incómodo, pero Claudia es una chica increíblemente simpática y me hacía sentir muy cómodo.
Con el tiempo, empecé a sentirme más y más a gusto y a charlar con Claudia durante la sesión.
Me sentía tan bien que pronto se volvió natural para mí estar desnudo frente a ella.
De hecho, me puse duro unas cuantas veces durante mis visitas y ella me dijo que no pasaba nada y que no me preocupara.
Un día me preguntó por qué me depilaba y si era a petición de una novia o si simplemente me gustaba.
En ese momento, ella ya había hecho algunas bromas conmigo, así que le dije: "Bueno, hace que parezca un poco más grande sin todo el vello."
Ella se rió ligeramente y me dijo que prefiere el vello ahí abajo para que sigamos pareciendo hombres y no niños, pero sin juzgar.
No estoy seguro de si esto fue una indirecta sobre el tamaño de mi pene, pero se me metió en la cabeza y empecé a tener una erección.
En ese momento, ella estaba depilando cerca de mis muslos, así que me disculpé y le dije: "Lo siento por eso, ¡tiene vida propia!"
Ella me dijo que no me preocupara y que, de hecho, puede hacer que sea más fácil depilar con la piel estirada.
Cuando llegó el momento de depilar mi pene, realmente me sorprendió. Vertió un poco de polvo de talco como suele hacer y, sin decir una palabra, empezó a frotar mi pene más de lo que nunca lo había hecho. Esto me hizo tener una erección aún más intensa, y luego agarró mi pene con dos dedos y le dio cuatro o cinco pequeños tirones hasta que estuvo completamente duro. No dijo ni una palabra mientras hacía esto y luego simplemente procedió a aplicar la cera en mi tronco. Después de esto, prácticamente me quedé duro durante el resto la sesión.
Normalmente, cuando terminamos, ella aplica loción y luego sale de la habitación para que me vista, pero esta vez simplemente se apoyó en su estación de trabajo mirándome y dijo que habíamos terminado.
Sin saber realmente lo que estaba haciendo, me levanté y fui a agarrar mi ropa colgada a mi lado. Mientras agarraba mis calzoncillos, ella miró hacia abajo a mi pene ahora blando (unos 3 centímetros como máximo) y me dijo:
—No parece mucho más grande—, y salió de la habitación.
Me quedé allí sorprendido durante unos minutos, luego me vestí y me fui.
Ahora se ha convertido en una especie de broma recurrente entre nosotros, donde suelo preguntarle al final si la depilación ayudó con mi tamaño. Ella suele decir que no, pero una vez, cuando todavía estaba duro mientras agarraba mi ropa, me dijo:
—Bueno, hoy sí, pero ahora estás excitado.
Nos volvimos tan íntimos que se volvió perfectamente natural para nosotros hablar de mi vida sexual.
Al cabo de unas sesiones más, se abrió y me confesó que pensaba que yo era gay. Pero yo le dije que no, y que estaba soltero. Entonces ella me dijo que lo entendía, mientras miraba mi pene. Fue humillante pero me encantó.
La siguiente sesión tuvo lugar el mismo día en que yo cumplía años. Al acabar, me dijo que me tenía una sorpresa para mí, y que esperara un momento porque tenía que ir a buscar una cosa. Dejó la sala.
Al cabo de dos minutos volvió con una cajita de color rosa, y me dijo:
—Te he comprado un regalo, no he podido evitarlo. Espero que te guste.
—¡Muchas gracias! No tenías por qué regalarme nada. ¿Lo abro?
—¡Por favor!
Empecé a abrirlo y cuando vi lo que contenía la caja, no supe bien qué era.
—¿Qué es?
—¿No sabes lo que es? Jaja, que tonto... ¿de verdad?—rió—dámelo, que te lo enseño.
Cogió la caja de mis manos, sacó un objeto rosa del interior y me miró a los ojos:
—Es una jaula de castidad, para tu micropene. ¿Quieres probártela? Me haría mucha ilusión vértela puesta.
Le dije que sí, porque tenía mucha curiosidad por saber qué se sentía.
Estuvo investigando como funcionaba el mecanismo mientras me iba explicando que con esa jaula yo me sentiría mucho mejor. De repente oí un ¡click! y ya estaba.
Una vez cerró el candado, dijo:
—¡Mucho mejor! Buen chico. Ya puedes vestirte.
Y se marchó.
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